¿Y si, en
lugar de discutir, de gritar, de pelear, de deciros cosas horribles y que no
pensáis, si en lugar de dejaros llevar por el resentimiento y la frustración,
os dedicarais a hablar hasta comprender al otro?
No por
hablar más fuerte, por estar más enfadado o por cerrarse más en banda a dar tu
brazo a torcer se tiene más razón en una discusión. Todo lo contrario: La
manera de llegar a un punto de equilibrio, de acordar una solución, es
hablando, dialogando, sin alzar la voz, sin faltas de respeto, intentando
comprender al otro y terminando con el enfrentamiento atajando el problema
desde la raíz.
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