Hagamos un ejercicio de reflexión:
¿Cuántas excusas pusiste ayer? Seguramente que te hayas acordado de unas
cuantas, y además te hayas dejado otras muchas que ni recuerdas porque en el
fondo ni te diste cuenta de que las estabas dando. Nos pasamos el día diciendo
no tengo tiempo, no tengo dinero, no creo que pueda ir, tengo mucho trabajo,
tengo que estudiar… Cuando, en realidad, todas esas excusas que les ponemos a
los demás son excusas que nos ponemos a nosotros mismos, porque lo mejor sería
afrontar la situación y entendernos mejor, dándonos cuenta de lo que en
realidad nos apetece hacer y lo que no. Ya que, si de verdad nos apeteciera,
haríamos todo lo posible para conseguirlo.
Ejemplo práctico: Un compañero de
clase/trabajo te propone ir a tomar unas cervezas.
- Ficción:
Le dices que no puedes porque estás a tope de trabajo/estudios y no tienes
tiempo.
- Realidad:
No te apetece lo suficiente ir a tomar algo con esa persona, ya que si de
verdad ese plan fuese con alguien te importa lo suficiente, te organizarías
para tener tiempo para todo.
A los demás no importa que les
digamos mentiras piadosas (sobre todo, con el fin de no herir sus sentimientos)
pero, a ti mismo, reconócete la realidad y déjate de tanta ficción.
Comentarios
Publicar un comentario